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sábado, 25 de agosto de 2012


El Evangelio del día de hoy está lleno de sabiduría.  La motivación de nuestro obrar se apoya y fundamenta en la autoridad de la “Palabra de Dios”. Nuestro Señor en prueba de coherencia y convicción absoluta entrego su propia vida defendiendo la verdad revelada. Fue el mismo Jesucristo quien confirmó la autoridad de la Palabra de Dios viviendo hasta el extremo lo que allí se enseña. Nosotros seguidores del Señor, que intentamos acercar la Palabra a la comunidad, somos en diferentes ocasiones, causa de escándalo e increencia de otros hermanos. Nuestras incoherencias, nuestra mirada reducida y sesgada de la realidad evangélica, nuestros propios límites y pecados hacen de nosotros anunciadores heridos de la Palabra. Aunque nuestros labios pronuncian “palabras de Vida Eterna”, el testimonio de nuestra vida hace dudar de la veracidad de lo que proferimos.
Pidamos a Dios que nos haga buenos anunciadores de su palabra.

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